jueves, 12 de octubre de 2017

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España - Bernal Díaz del Castillo

Hace 525 años que España descubrió América, en 1492


En 1517, desde La Habana, el gobernador Diego Velázquez envía una primera expedición a tierra firme, al continente, encabezada por Francisco Hernández de Córdoba, descubridor de Yucatán, en busca de oro, plata e indios para evangelizar. En este viaje estaba el cronista de la obra que hoy comento, Bernal Díaz del Castillo...


Historia verdadera de la conquista de la Nueva España

Editado por la Real Academia Española


Historia verdadera de la conquista de la Nueva España - Bernal Díaz del Castillo - Nueva España - Hernán Cortés - Real Academia Española - RAE - México - el troblogdita - Apocalypto - el troblogdita - ÁlvaroGP - Agustín Díaz Yanes "Oro"
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En 1518 hubo un segundo asalto al continente, a cuyo frente iba Juan de Grijalva, acompañado, de nuevo, por nuestro protagonista y cronista. No fue  fructífero pero recopiló información valiosa para la tercera expedición, la de Hernán Cortés. También iba Bernal del Castillo.


Hernán Cortés retratado por Ferrer-Dalmau - Ferrer-Dalmau - Historia verdadera de la conquista de la Nueva España - Bernal Díaz del Castillo - Nueva España - Hernán Cortés - Real Academia Española - RAE - México - el troblogdita - Apocalypto - el troblogdita - ÁlvaroGP - Agustín Díaz Yanes "Oro"
Hernán Cortés - Retrato hecho por Ferrer-Dalmáu
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En 1519 zarpó la expedición definitiva, la de Hernán Cortés, envuelta en mística conquistadora y en el escándalo administrativo. Hernán Cortés había recibido el encargo de preparar "un armada" para ir a Yucatán, y lo hizo. Pero en el intervalo Diego Velázquez, una pieza el muy señor, se lo piensa mejor y decide sacar partido de la expedición enviando a alguien de mayor confianza para poder meter mano en el asunto. Hernán Cortés se lo huele y, sin dejar que pase el tiempo, como sus últimas órdenes eran zarpar, él va y zarpa. No puedo imaginar la cara de tonto que se le quedaría al Gobernador cuando llegara al puerto de La Habana y no viera ni un barco.

Una muestra de la astucia y los reflejos del conquistador. Pero esta decisión será un lastre que lo acompañará durante el resto de sus días. Diego Velázquez se convierte así en su enemigo declarado y pone precio a la cabeza de Cortés. Intentará detenerlo, retenerlo, desprestigiarlo, perseguirlo, capturarlo, juzgarlo, ejecutarlo o asesinarlo por activa y por pasiva, en secreto o enviando ejércitos contra el extremeño. Pero nunca conseguirá su propósito.


Escena de la película 1492: La conquista del Paraíso de Ridley Scott - Historia verdadera de la conquista de la Nueva España - Bernal Díaz del Castillo - Nueva España - Hernán Cortés - Real Academia Española - RAE - México - el troblogdita - Apocalypto - el troblogdita - ÁlvaroGP - Agustín Díaz Yanes "Oro"
Escena de la película 1492: La conquista del Paraíso de Ridley Scott
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Hernán Cortés inicia la tercera incursión en Yucatán y pronto, muy pronto, pondrá su mira en México, Nueva España.

De todo esto será testigo nuestro autor, Bernal del Castillo. Presente en las tres expediciones y protagonista de toda la conquista de Nueva España, tanto como Cortés, incluso más, por sus dos primeras incursiones, fallidas, pero incursiones al fin y al cabo.

¿Y por qué escribió este libro?

Bernal del Castillo no tenía inclinaciones retóricas, no era escriba ni le movía el deseo de aparecer en las bibliotecas. Escribió este libro para reivindicar la actuación del grupo de conquistadores. Para hacer ver y entender el esfuerzo que supuso y para dar a conocer las calamidades que vivieron, lo bueno y lo malo de su armada. Escribió todo esto en respuesta (y queja) y repulsa hacia la Crónica oficial de la conquista de Nueva España, escrita por Francisco López de Gómara, por encargo del mismísimo Hernán Cortés.

Bernal del Castillo leyó dicha crónica y tuvo que tirarse de los pelos al leer las atrocidades y tergiversaciones que el autor reflejaba en su crónica. Un escriba profesional que escribió de oídas lo que no presenció. Este será el punto que hará que le hierva la sangre a Bernal del Castillo. Él se embarcó tres veces y combatió a cara de perro en más de cien combates, siempre contra cifras de indios desproporcionadas, sin cuartel, sabiendo que no había paso atrás porque los conquistadores no tenían a dónde ir, a dónde recular, era todo o nada, vida o muerte. Y va el de Gómara y edulcora la historia. Qué digo edulcora, la lleva a la ficción y se la termina inventando. Del Castillo no estaba en contra de las invenciones: hasta cierto punto le importaba un bledo. Lo que enervó al autor fue que de Gómara trivializara con el esfuerzo de los aguerridos españoles en la conquista de la Nueva España. De Gómara ensalzará las virtudes de los españoles hasta el paroxismo y la estupidez. Hace propias las visiones indias en las que los conquistadores eran dioses encarnados y rebaja la tensión física del combate, la tensión psíquica de pasarte 90 días batallando, a razón de cuatro y seis combates diarios, para decir que los españoles derrotaban a los indios sin esfuerzo alguno, por su mera presencia divina. Del Castillo se rebela y se pasa dieciséis años escribiendo este manuscrito (originalmente impreso por el Consejo de Indias) para rescatar el valor de las dos civilizaciones.

Hace justicia al indio. Rescata su honor y su valor. Y lo deja en el puesto que se merece, el de combatientes feroces que no saben terminar de encajar el choque de civilizaciones que está teniendo lugar en su tierra.

Y rescata el valor de los españoles que en número irrisorio batallarán día y noche. No fue un paseo. Meses enteros sin quitarse las botas, sin quitarse el morrión, sin quitarse la armadura, los caballos sin desensillar, sin quitarles el bocado, lanza en ristre, con la ballesta a cuestas y con el arcabuz cebado.


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Escena de la película Apocalypto de Mel Gibson
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Porque estaban en América, pero eran los mismos tercios españoles que había formado el Gran Capitán en Italia. De hecho la mayor parte de ellos eran veteranos de Italia. Del período de transición entre los Reyes Católicos (monarcas cuando Colón) y Carlos V, (monarca y emperador con Hernán Cortés), ya en Flandes, por cierto, repartiendo estopa en media Europa y empezando a repartirla en América.

Esos mismos tercios invictos eran los que se abrían paso a machetazos por Yucatán, literalmente. Cuando no cortaban el follaje, cortaban piernas y brazos, pero siempre avanzando. Y con su equipo los mantuvo en tensión, siempre vestidos, siempre uniformados, siempre tensos y nunca relajados. Siempre en guardia porque los indios no daban tregua y un despiste supondría ser eliminados del mapa. Todos, cual hoplita griego, como los espartanos de 300, cerrando filas y avanzando al paso. Todos a uno como en Fuente Obejuna (o "Fuenteovejuna"), peleando con el indio cara a cara, pie a pie, duros en la refriega.

Este es el verdadero y único motivo que provocó que Bernal del Castillo escribiera esta obra, y doy gracias a Dios por ello porque me ha descubierto una maravilla de nuestra Historia Moderna, de la conquista de Nueva España y me ha descubierto cosas que no podía ni imaginar.

Conforme avanzaba en mi lectura me quedaba ojiplático.


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Escena de la película Apocalypto de Mel Gibson
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Recuerdo el revuelo que se produjo entre la colonia latinoamericana, en California, cuando Mel Gibson estrenó Apocalypto. Lo tacharon de xenófobo, de racista y de mentiroso. Él ilustraba sacrificios humanos a los dioses por parte de los indios. Motivo para sufrir boicot y casi peligrar la película porque se daba una versión y visión salvaje de los indios precolombinos.

Esta lectura me ha quitado una venda de los ojos.

He disfrutado leyéndola y a veces hasta me ha desagradado leer según qué pasajes. Sobre todo cuando describe Bernal del Castillo las casitas que los indios tenían en todos los poblados dedicadas a sus dioses, el de la Guerra y demás. Tenían imágenes de sus ídolos acompañadas por los restos humanos de los rivales de turno: si era tras un combate podías encontrarte un corazón, una cabeza, un brazo, un tronco humano. No quiero imaginar la congoja que tendría que darle a los españolitos al meterse en uno de estos sitios, a oscuras, con un par de antorchas y ahumados, y encontrarse el rostro de un camarada (la expresión "camarada" viene de los Tercios) sacrificado. Se habrían comido sus extremidades y en el altar ponían el tronco y el cráneo como ofrendas para sus idolos. La piel de la cabeza (incluido el cuero cabelludo) lo extraían y secaban para después rellenarlos de paja. Camaradas y caballos desecados... qué estómago. No olvidemos que para los mexicanos, "caballo y caballero eran uno".


Escena de la película ORO de Agustín Díaz Yanes - Arturo Pérez-Reverte - ORO - Historia verdadera de la conquista de la Nueva España - Bernal Díaz del Castillo - Nueva España - Hernán Cortés - Real Academia Española - RAE - México - el troblogdita - Apocalypto - el troblogdita - ÁlvaroGP - Agustín Díaz Yanes "Oro"
Escena de la película ORO de Agustín Díaz Yanes - Arturo Pérez-Reverte
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Y no olvidemos que, por encargo de los Reyes Católicos primero y de Carlos V después, el objeto de la colonización, amén de para buscar oro con el que financiar todas las guerras por venir en Europa y contra el turco, era una colonización para expandir su nación e incluir en ella a los indios naturales como iguales, como españoles, y de paso, bautizarlos para hacerles entender nuestra religión y nuestro idioma como vehículo hacia la civilización. Hacia "nuestra civilización", porque ellos tenían la suya, pero a ojos españoles (y católicos) querían rebajar su crueldad y eliminar cultos paganos en los que se sacrificaban y comían humanos.

Digo "a ojos españoles" porque las prácticas esclavistas fueron muy diferentes a las que practicaron los holandeses, franceses ingleses y después los portugeses. Los españoles solo esclavizaron a tribus hostiles. Pero no nos engañemos. No podemos juzgar aquellos siglos con los ojos del s. XXI. Esclavos había. Los musulmanes y los cristianos se esclavizaban mutuamente. Y cuando las demás naciones europeas empezaron a colonizar territorios de ultramar basaron sus economías en el esclavismo, cosa de la que renegó España desde que Cristóbal Colón puso un pie en América.


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Aquellos indios recurrían a esclavos para meterlos en despensas humanas. Despensas porque el indio era alimento de otros indios, si te tocaba. Había tal enfrentamiento entre tribus que hacían rafias para raptar mujeres, niños, hombres... unos los destinaban a ser esclavos y otros pasaban a la dieta cotidiana. Los engordaban para comérselos. Sin más. Sin menos.

El propio Moctezuma tenía cada día un centenar de platos diferentes para elegir su menú a su antojo. Pero por lo que fuera... cuando no se decidía solía pedir que le hirvieran un bebé para comérselo.

Este es el panorama que se encontraron los españoles al llegar al continente americano. Poco alagüeño.

Hernán Cortés hizo bueno el "divide y vencerás".

Se adentró en Yucatán rumbo a México. Supo de inmediato que México contaba con una confederación de tribus que lo hacían omnipotente. Pero también contaba con enemigos: todos aquellos indios limítrofes que no se querían someter al poderío mexicano y guerreaban cuando se recuperaban, o mandaban tributo humano para los sacrificios, dieta y mano de obra esclava mexicana. Así pues no faltaron aliados a Cortés.

En torno a 200 españoles para conquistar todo México, toda Nueva España. Los aliados, en función de la campaña aportaron entre 1.000 soldados nativos y 20.000, con picos para arriba y para abajo, para enfrentarse a la confederación que sumaba más de 100.000 soldados duros y aguerridos (como los de Apocalypto) sedientos de sangre y hambrientos de carne humana. Era frecuente que en los combates los mexicanos cantaran cosas parecidas a "os vamos a comer" y lindezas por el estilo.


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Pero conquistaron México.

Y al conquistarlo reciben noticias, de nuevo, del gobernador de Cuba, Diego Velázquez. En concreto había mandado un ejército de más de 1.000 españoles para tomar preso a Hernán Cortés. Y como al extremeño no le faltaban atributos, ni corto ni perezoso puso rumbo con su tropa hasta Veracruz.

Hago un alto en la narración para explicaros Veracruz y su por qué. Hernán Cortés fundó la Villa Rica de la Vera Cruz con dos propósitos. El primero y práctico, como cabeza de playa. Allí tomaron tierra y levantaron un pueblo a la española, fortificado y como cordón umbilical con Cuba. Es el sitio del famoso "quemad los barcos" aunque no se quemaron. Para evitar deserciones, Cortés mandó desfondar los barcos. 200 españolitos en un mundo por conquistar y va el jefe y elimina la única vía de escape, con un par. Funda pues esta ciudad para mantener un reducto fortificado en retaguardia, dejando un puñado de hombres, con el propósito de avanzar hasta México (ciudad). Pero en el fondo había una argucia legal.


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Escena de la película ORO de Agustín Díaz Yanes - Arturo Pérez-Reverte
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Diego Velázquez tenía total autoridad sobre los expedicionarios que partían de Cuba. Al fundar la primera ciudad se creó el primer ayuntamiento y la figura legal mutó de expedicionario a colono. De ahí que destrozaran los barcos. Por extensión, el barco con pabellón español seguía bajo autoridad de Diego Velázquez. Cortés se convirtió en el primer alcalde de México y sus conciudadanos (los soldados) lo erigieron Capitán General plenipotenciario: adiós a la autoridad de Velázquez. Desde este momento no enviaría ni oro ni documentos a Cuba. Prepararía barcos para enviar ambas cosas directas a Flandes, donde estaba el emperador, borrando intermediarios.

El caso es que para cuando llegaron los 1.000 soldados de Cuba, comandados por Narváez, los conquistadores que seguían vivos, salvo algún que otro traidor, que siempre los hay, eran una piña. Eran una máquina de matar y avanzar capaz de enfrentarse a 100.000 guerreros y sobrevivir. Por eso se fueron al origen del problema. No les quedaba pólvora, por lo que tenían que enfrenarse con lanzas y espadas a jinetes, arcabuceros, ballesteros y piqueros, pero conocían el terreno y estaban de vuelta. El caso es que pasaron por la piedra a la tropa de Narváez. Mataron a un buen puñado y sobrevivieron unos 800, que sumados a los casi 200 de Cortés volvían a ser unos 1.000 que restablecieron las paces y volvieron a México.


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Mención aparte a los jinetes. Verdaderos dioses a ojos de los indios. Éstos tenían que combatir en filas y en oleadas, con la lanza alzada a un tercio por debajo del caballo para no ser desmontados y no perder lanza ni caballo. La orografía del lugar y los enjambres de guerreros a los que se enfrentaban hicieron que tuvieran que apañárselas con esta táctica que tan buenos resultados les dio.


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México estaba a cargo de Cristóbal de Olí, quien mantenía preso a Moctezuma (voluntariamente preso, porque había desarrollado una amistad con Herán Cortés y porque estaba convencido de que los "teules" eran esos dioses que había visto en sueños) mientras Cortés iba y (si vivía) volvía de Veracruz. El caso es que algunos caciques mexicanos aprovecharon la marcha de Cortés para pedir celebrar un ritual con Moctezuma y sus líderes espirituales. Cristóbal de Olí lo autorizó pero se le escapó de las manos al comprobar que los chamanes entonaban cánticos que delataban su verdadero propósito: sacar a Moctezuma y comerse a los españoles. Preso del pánico el de Olí metió la pata y pasó a cuchillo a los invitados.

Esto, aparte de un deshonor, puso a la población de México en contra de los españoles de nuevo. Todo mientras la verdadera autoridad estaba fuera. Y Cortés volvió y se encontró un panorama nada halagüeño. Para no ser interminable os diré que la suerte del propio Moctezuma estaba echada. Muchos aztecas (de la triple alianza) daban por condenado a Moctezuma, por haber amigado con los españoles (él pensaba que eran los dioses blancos que dominarían su imperio después de haber visto un meteorito y soñado con estos guerreros divinos), la verdad es que lo lapidaron y su sobrino le sucedió. Sediento de sangre. Tanto que puso a los españoles en jaque y los hizo huir de nuevo hasta Veracruz al grito de "sálvese quien pueda" (por no decir aquello de "maricón el último", tan ochentero y tan políticamente incorrecto en nuestros días). Episodio narrado por Pérez-Reverte en su novela corta Ojos azules

El caso es que los españoles salieron en estampida huyendo con una proporción de más de 100 indios por español pisándoles los talones. Cayó un tercio de la tropa española. Tuvo que haber escenas dignas del mejor Tarantino. Los españoles iban poblado por poblado pidiendo auxilio y en los más los mataban y los menos les auxiliaron.


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Pero Cortés sobrevivió. Llegó a Veracruz. Y tuvo meridianamente claro quién había auxiliado a los españoles y quién no. Vuelta a empezar. Reforzó los lazos con los indios que sí habían prestado ayuda a los españoles, rehízo el ejército, reclutó un par de decenas de miles de indios y volvió a poner rumbo a México.

No voy a contaros cómo se pasaron 90 días librando una misma batalla. Tampoco cómo allá por el día 60 los indios se volvieron a sus poblados. Ni cómo quedando medio millar escaso de españoles y después unos cuatrocientos, se sentaron para tomar una decisión: resistir hasta morir o volver a huir. Aunque Cortés tenía una tercera en la manga: cargar de frente contra los Mexicas y conquistar la ciudad a sablazos.

El caso es que funcionó. Tanto que no volverían a perder su dominio.


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Y hasta aquí he llegado. ¿Faltan detalles? Muchísimos. ¿Faltan episodios? Decenas de ellos. ¿Faltan protagonistas? a puñados. Falta el viaje a España de cortés, su entrevista con Carlos V y cómo cae en gracia y en desgracia y de nuevo en gracia. Falta aludir a su poco proporcionado sentido de equidad al repartir el oro y falta hablar de la lealtad que todos le profesaban porque se los ganaba combatiendo codo con codo con sus soldados, abriendo brecha y siendo siempre el primero en entrar en combate. Pero si lo quieres descubrir mejor lee este libro editado por la RAE. Una joya, de verdad.

Ahora que menciono a la Real Academia, y dado mi carácter de filólogo, dejadme puntualizar un último dato: nada de esto se podría haber hecho sin el correcto uso del idioma. Cortés encontró a Aguilar, un español hecho preso en una incursión, ocho años antes. Él y otro español que nunca regresó entre los europeos pues de había aindiado del todo. Aguilar hablaba maya y lo podía traducir al español. Al llegar a Tabasco los jefes locales regalaron 20 mujeres a Cortés, para repartirlas entre sus hombres. De entre estas 20 destacó "Malinche", hija de un jefe azteca y esclava. La tal Malinche hablaba maya también, lo cual cerró un triángulo entre Cortés, Aguilar y la recién bautizada "Marina" para poder traducir del azteca al maya y del maya al español y viceversa. Camino allanado para lograr negociar con los caciques locales.

Además Marina "la lengua", tenía una gran personalidad y un profundo conocimiento de su gente, sumados a su intuición. Malinche no traducía literalemente lo que oía. Lo interpretaba, dando una base de conocimientos locales a Cortés que bien le sirvieron en su conquista.


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Ya he mencionado antes Apocalypto, y os recomiendo también que veáis 1492: La conquista del paraíso y La Misión, y Aguirre, la cólera de Dios. El mes próximo, para colmo, Agustín Díaz Yanes estrenará Oro, creo que basada, precisamente, en Ojos azules de Pérez-Reverte, digo "creo" porque no tengo la certeza, pero si es así pienso ir a verla en cuanto la estrenen. Y puestos a recomendaros películas, para que entendáis el concepto de "tercios españoles" que componían nuestras tropas de conquistadores, os recomiendo (por alusiones a Arturo Pérez-Reverte y a Agustín Díaz Yanes, Alatriste, para que tengáis una hemorragia de placer al verla).

Actualización del 26 de marzo de 2019: estaba equivocado. La película Oro no está basada en Ojos azules. Es un escrito de ficción del propio Pérez-Reverte para el cine. En ella recrea no una aventura española en el Nuevo Mundo, recrea muchas aventuras españolas en muchos puntos del nuevo continente para que abriguemos una idea conjunta de la gesta española en los territorios de Ultramar. 

Dado que hemos hablado de Hernán Cortés, os remito a otro artículo en el troblogdita, publicado en 2014 bajo el título "Chocolate para los idólatras del sorbo" en el que os cuento cómo Hernán Cortés introdujo el chocolate en Europa, el furor que causó y cómo se adaptó a nuestro paladar gracias a unos monjes...

Si te ha gustado este pasaje histórico en Nueva España, no dejes de leer lo que sucedió en Nueva Granada conforme nos lo describe Pablo Victoria en su obra El tercer conquistador - Gonzalo Jiménez de Quesada y la conquista del Reyno de Nueva Granada.



Hace unas fechas tuve el gusto de entrar en un hilo sobre el tema en Twitter (un hilo es un diálogo) de Tuiteando Historia de España a propósito de la conquista de Nueva España.

De ahí viene esta última imagen, subida hoy, 23 de marzo de 2020, inmerso en la cuarentena del dichoso Coronavirus expandido tras la manifestación del 8M en Madrid y después al resto de España.

Cómo se nota lo de la cuarentena por cómo me he ido por las ramas... en definitiva, quiero dar las gracias a Ezequiel Martín Vallés por compartir esta foto conmigo en ese mismo hilo y, tras mi solicitud, permitirme utilizarla como colofón al artículo sobre la obra de Bernal Díaz del Castillo. Un busto en su memoria en Medina del campo.

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